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lunes, 31 de agosto de 2015

El impulso en carrera es ante todo impulso vertical.

Si incluso en la salida de una carrera de 100 metros los mejores corredores ejercen y reciben del suelo fuerzas verticales (fuerza normal) de mayor módulo (intensidad) que las horizontales (fuerzas de fricción), imaginemos lo que ocurre en carrera a velocidad constante. Obviamente, la componente mayoritaria de la fuerza de reacción del suelo será vertical y la componente horizontal será mucho menor.

En la carrera a pie las fuerzas horizontales son efectos colaterales, por lo necesario e indeseable de su existencia. No nos interesan, pero son irremediables. Dicho de otro modo: no podemos aplicar fuerzas verticales sin que surjan fuerzas horizontales.

Durante la fase de apoyo la acción muscular proveerá la fuerza necesaria para la propulsión, que consiste en una aceleración que se puede representar de una forma muy aproximada (aunque no exacta si se tienen en cuenta todas las variables en juego) por un vector cuya dirección viene determinada por la línea que une el centro de presiones con el centro de masas.

Dicho de otro modo, que la fuerza de propulsión tenderá a aproximarse a una dirección (respecto al suelo) determinada por la línea recta que une el centro de masas del corredor con el apoyo. Así que dada una determinada posición instantánea del corredor a lo largo del ciclo de carrera, la línea de fuerza propulsiva tenderá a seguir una dirección concreta que en gran medida es inalterable, por más que quiera hacer el corredor por verticalizar u horizontalizar el impulso. Más allá de unos márgenes estrechos, no podemos horizontalizar ni verticalizar la propulsión a voluntad. Así se muestra en la imagen que aparece a continuación, que he extraído de los apuntes que en su día fui elaborando para esclarecer y guardar ideas acerca de la materia tratada.



                                Fuente: “Athletes in action” de Howard Payne, editorial Pelham books

                                *Nota: las flechas las he añadido yo.


La flecha roja  representa en los fotogramas el vector al que tiende la fuerza propulsiva.  Como se ve, la fuerza de reacción del suelo une el punto de apoyo y el centro de masas. Dada la posición que aparece en cada fotograma, no es posible que la fuerza que el suelo ejerce contra el corredor difiera en exceso de la indicada mediante la flecha roja. Como ya he dicho y a riesgo de ser redundante, no podemos horizontalizar o verticalizar la fuerza en cualquier medida arbitraria, sino únicamente dentro de unos límites muy estrechos que por su complejidad no vamos a tratar aquí (además de que tampoco sería demasiado relevante).

Es más, si pudiéramos elegir, sin duda elegiríamos que las fuerzas ejercidas fueran exclusivamente verticales. ¡Eso sería lo ideal! No nos frenaríamos y, por tanto, no nos haría falta acelerar. Las fuerzas verticales cumplirían la función de evitar la caída del centro de masas del corredor. Lamentablemente la variación de la posición relativa del centro de masas respecto al punto de apoyo hace que la dirección de la línea de fuerza de reacción del suelo contra el corredor sea variable y sólo en un instante -aquel en que la vertical del centro de masas cruza el punto de apoyo- esa línea de fuerza tenderá a ser vertical. El resto del tiempo de apoyo habrá fuerzas horizontales, de frenado en primer término y posteriormente de aceleración.

De modo que todos aquellos escritos donde se alerta contra el excesivo impulso vertical, en realidad no están siendo rigurosos. No están comprendiendo lo que ocurre en términos mecánicos durante la carrera a pie. Cuando nos parece que un corredor corre mal por hacerlo "a saltos", lo más probable es que reciba del suelo excesivas fuerzas de frenado y que luego sea necesario un mayor impulso para volver a acelerar. Como toda fuerza horizontal viene acompañada siempre de una fuerza aún mayor en dirección vertical, el exceso de impulso horizontal (demasiado frenado, demasiada pérdida de velocidad y excesiva caída del centro de masas) deberá ser compensado un exceso de impulso con sus ineludibles componentes vertical y horizontal (es decir, excesivo ascenso del centro de masas). De ahí que digamos que corre a saltos. Pero correr a saltos no es que sea malo porque sea consecuencia de un exceso de impulso vertical, sino por una excesiva duración de la fase de apoyo. Cuanto más dura la fase de apoyo, más horizontal es el impulso en relación al impulso vertical. Es decir, ocurre todo lo contrario de lo que la intuición a algunos les dice.

Casi siempre se alerta sin demasiado fundamento contra el síntoma del error técnico y no contra el error técnico en sí. Se alerta contra la excesiva oscilación vertical, cuando debería alertarse contra un aterrizaje donde el centro de masas queda demasiado por detrás del punto de apoyo, dando lugar a una excesiva pérdida de velocidad durante el apoyo. Pero no se plantea, por ejemplo, que una oscilación vertical demasiado pequeña a una velocidad media o baja, puede ser síntoma de otros defectos técnicos igualmente indeseables.