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lunes, 2 de febrero de 2015

Que un nutriente no sea esencial no implica que no deba tomarse o que sea insano tormarlo.

Hace no mucho escribí un par de artículos en los que se hacía referencia a las dietas cetogénicas. Si bien admitía que estas dietas podrían ser muy eficaces en problemas tales como la diabetes tipo 2 (provocada por la resistencia a la insulina) o el cáncer (dado que las células malignas se alimentan de glucosa), los argumentos que sus defensores ofrecen para postularla como dieta adecuada para la población en general son a menudo falaces.

Una falacia muy en boca de defensores de la dieta cetogénica es la de que no deben tomarse hidratos de carbono porque éstos no contienen ningún nutriente esencial, ya que la glucosa puede sintetizarla nuestro propio organismo. Es cierto que la glucosa no es un nutriente esencial. Tampoco lo son las grasas saturadas y monoinsaturadas y sin embargo muchos defensores de las dietas cetogénicas recomiendan un consumo elevado de éstas. Lo mismo sucede con el colesterol, un lípido que nuestro cuerpo es capaz de sintetizar. Aunque el colesterol no es esencial, muchos defensores de dietas cetogénicas recomiendan su consumo.

¿Por qué estos autores recomiendan ingerir lípidos no esenciales a la vez que recomiendan también recortar el consumo de ácidos grasos omega 6 ( por su aspecto pro-inflamatorio, cosa que es razonable, aunque no olvidemos que el omega 6 es esencial) y, en cambio, cuando se trata de los hidratos, afirman que no hay que consumirlos porque no son esenciales y son muy escasos en la naturaleza virgen? En mi opinión los hidratos no son escasos, sólo que la mayoría de ellos -los almidones- hay que triturarlos o cocinarlos, para lo cual se requieren tecnologías de las que los hombres más primitivos no disponían. Pero esto último sigue sin ser un argumento contra los hidratos de carbono. Del mismo modo, la tesis de la insulina, que postulan muchos autores defensores de las dietas cetogénicas, ha resultado ser falsa, puesto que muchos alimentos proteicos -la leche, el suero de leche, el queso- desencadenan grandes secreciones de insulina, incluso más que los carbohidratos. Sin embargo, los defensores de las dietas cetogénicas parecen ignorar que muchas proteinas son insulinotrópicas. O al menos les gustaría ignorar ese dato, por más que esté ya en el tapete y que los hechos sean tozudos.

Una vez que sabemos que un alimento no tiene por qué ser malo por no ser esencial y que sabemos que la tesis de que la insulina no es la responsable más directa de la obesidad, sino una mera cooperadora (en relación con la obesidad, la insulina es condición necesaria pero no suficiente), queda por investigar el papel que deben tener los carbohidratos en la dieta. Sabemos que las dietas donde se toman carbohidratos y grasas en similares proporciones suelen engordar. Sabemos que las dietas con abundancia de proteínas y grasas favorece la pérdida de peso, pero también provoca enorme fatiga cuando nos ejercitamos con cierta intensidad y/o realizamos una actividad mental también intensa.

Me parece a mí que hay algo en el asunto de la dieta que ningún científico ha explicado. Todavía no sabemos por qué muchos chavales de 15 años están flacos aunque tomen toneladas de Nutella y coca cola. Parece claro que hay en ellos nutrientes que no pasan al torrente sanguíneo, o de lo contrario, si estos jóvenes tuvieran la capacidad de estar quemando 3000 kcal diarias tumbados en el sofá todo el día, entonces deberían estar con sofocos del calor emitido en la oxidación, lo que no parece ser el caso. Tampoco parece saberse muy bien por qué con niveles de glucemia estables en personas sanas -es decir, los que se tienen antes de comer una comida rica en hidratos tras unas horas sin comer- las grasas ingeridas no se acumulan a nuestro tejido adiposo, y ello incluso en el caso de que las acompañemos de proteínas que desencadenen una elevada secreción de insulina. Todavía hay muchos interrogantes que resolver, pero una hipótesis que parece ser bastante prometedora: " cuando la glucemia está alta, la grasa que se come engorda más que cuando la glucemia está baja, sin que ello tenga que ver exclusivamente con la secreción de insulina". ¿Acaso hay algún mecanismo que inhibe o ralentiza la lipogénesis cuando la glucosa está en niveles basales, o bien algún mecanismo que acelera la lipogénesis cuando la glucosa en sangre está alta? Todo apunta a que sí, pero todavía no se ha detallado cuáles pueden ser estos mecanismos más allá de la tesis de la insulina, ya superada (al menos está superada la tesis de la insulina como responsable única de la obesidad; parece ser que la insulina no nos hace engordar si los niveles de glucosa en sangre no está elevada). Entonces, ¿podría tener sentido aquello que propuse en su día de hacer dos comidas al día ricas en proteinas y grasas -escasas en carbohidratos- y otras dos ricas en carbohidratos y proteínas -y escasas en grasas-? Es posible que sí, pero todavía no tenemos los datos suficientes para afirmarlo con rotundidad.